Trees For Life o Árboles para la vida es el proyecto bandera de la Fundación Gusta Gúchipas en el municipio de Pasca, Cundinamarca. En los últimos años esta iniciativa ha sembrado 12.000 árboles en el páramo de Sumapaz.
Freddy García, su director, es un bogotano de 43 años, de rastas hasta la cintura, enérgico defensor de la naturaleza. Dejó sus estudios de ingeniería de sistemas por su amor al medio ambiente y el arte. Dedicó algunos años de su vida a conocer otras culturas y pudo evidenciar cómo en otros países los bosques han ido desapareciendo.
Viviendo en Bélgica, conoció al amor de su vida, Sara Crois, una periodista belga con la que inició una historia de amor que fue creciendo junto a su idea de hacer algo por el medioambiente
Sara, de 37 años, rubia, de ojos azules, cuenta cómo Fredy le habló de ese sueño que tenía de trabajar en el Sumapaz, con la gente, en temas de medio ambiente y dice, entre risas: “pues me sonaba mucho y nos vinimos”.
Hace seis años llegaron a la vereda Gúchipas del municipio de Pasca, Cundinamarca, a dos horas de Bogotá. Fredy le compró un terreno a su papá y recuerda que cuando llegaron a la que hoy es su casa, la ganadería tenía pelada toda la zona. Ahí empezaron su trabajo de recuperación que le apostó a cuidar una importante cascada cercana.
Sara y Freddy lideran la fundación y cuentan con nostalgia que en Bélgica los bosques naturales prácticamente no existen y que los que hay son para extraer madera, razón por la cual valoran la riqueza que tiene Colombia.
Cambiando el chip
La economía de Pasca se basa principalmente en la ganadería y la agricultura. Esta dinámica, que transformó las montañas, se puede ver avanzando de manera preocupante, comenta Fredy mientras asciende por la reserva San Rafael a más de 2700 metros de altura, donde la niebla y el frío dominan el paisaje. su trabajo inicia en reuniones con los dueños de los predios para convencerlos de la importancia de cuidar el medioambiente.
Cuando llegan a una finca Sara y Freddy hablan con sus habitantes sobre la importancia de la recuperación de los bosques. Les ilustran acerca de sistemas como el de las cercas vivas, o como los silvopastoriles y les hacen ver que ellos pueden tener ganado sin afectar el medio ambiente y generando productividad con los árboles que se van a sembrar.
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“Se le dice a la persona, ‘vea, su predio es muy importante para el territorio por la necesidad de agua, de aire y de protección del medio ambiente’. Si el campesino en su territorio quiere tener vacas, está bien, le decimos: ‘maneje ese territorio con ganado pero entonces el resto vamos a conservarlo’ y en acuerdos con ellos empezamos a trabajar y a recuperar poco a poco esos territorios”, detalla Freddy, mientras se toma una aguapanela caliente para pasar el frío.
García, destaca también cómo en estos procesos de reforestación el tema pedagógico y social es fundamental, pues señala que hay que enseñarle al campesino la importancia de restaurar y conservar el medio ambiente. Dice que de nada sirve sembrar un árbol, si la gente no lo cuida y resalta el valor de enseñar a la gente lo clave de proteger estos ecosistemas.
“Falta educación en el sostenimiento ambiental. La gente tira vacas al campo y lo único que importa es engordarla, pero no entiende lo que significa cuidar el medio ambiente. A ellos nadie les ha enseñado a conservar y no ven el daño que están haciendo”, comenta este ambientalista.
El trabajo de la fundación mediante talleres, charlas con los dueños y administradores de los predios han hecho que el tema vaya calando.
Ejemplo de ello es Leonardo Mora, un campesino de la región que tiene un predio de 30 fanegadas (19 hectáreas) desde hace más de 30 años. Cuenta que siempre se ha dedicado a la ganadería pero que hace menos de un año le apostó a la siembra de árboles y hoy ya cuenta con cinco nacederos recuperados que incluso abastecen a algunas fincas vecinas.
“Por la falta de agua vimos la necesidad de sembrar árboles. Entonces, con Fredy se planeó la protección de los nacederos de agua y con la comunidad ayudamos a sembrar los árboles. He visto el aumento del agua, porque el ganado acababa con todo y el agua se iba consumiendo. Desde que empezó la protección he visto que los resultados sí son beneficiosos”, cuenta Mora, mientras que, con herramienta en mano y un radio amarrado a su cintura, se dirige a reparar una de las cercas de su finca.
Esparciendo semillas de conciencia
Freddy cuenta que cuando llegaron a la reserva de San Rafael, en el sector conocido como Juan XXIII, las cerca de 80 hectáreas de la reserva eran un potrero donde las vacas solían pastar.
Pero no olvida el apoyo recibido por parte de 100 voluntarios y la CAR, con el que llegaron a sembrar cerca de 6.000 árboles nativos. Hoy, luego de cuatro años, con un monitoreo juicioso, la zona ya cuenta con un guardia forestal y la vegetación ha crecido permitiendo que las aves y pequeños mamíferos regresen y los nacimientos de agua no se sequen.
Así mismo detalla las jornadas de reforestación hechas en las veredas de Argentina, Palestina y Boca del Monte, donde sembraron el año pasado cerca de mil árboles en ocho predios de la zona.
“Simplemente hemos tratado de hacer el trabajo de una manera humilde y que la gente vea que sí se está haciendo algo y que no es por plata, ni por política, sino porque todos necesitamos de esto”, asegura Fredy.
Estos procesos han contado también con el liderazgo de Alejandra Rojas, voluntaria de la Fundación, quien explica que “Árboles para la vida” ha sido un proyecto de autogestión que si bien ha contado con el apoyo de muchas personas, aún son más las que no se han involucrado y recalca que su objetivo en todas sus actividades es lograr que cada día más personas se comprometan.
Una vocación al servicios de los demás
Por otra parte las nuevas generaciones están viviendo los efectos de la deforestación en el municipio, como lo cuenta Mayerly Cubillos, auxiliar en primera infancia, que a sus 19 años espera pronto ser profesora de los niños de su vereda. Describe que el clima es muy extremo en épocas de verano y que el uso del suelo sin mayores precauciones viene afectando la agricultura y ganadería, puntualiza que el conservar no es una moda, que es el momento de cuidar para recibir.
“Creo que el proyecto Árboles para la Vida, es muy bueno y sería genial que muchas personas lo apoyaran. Los árboles resguardan mucha vida, yo digo que cada uno de ellos es uno de nosotros y si uno de ellos muere nosotros vamos a ir muriendo poco a poco”, concluye.
Por último este equipo de defensores del bosque, reflexionan sobre lo clave de que cada persona viva sin dejar de lado el cuidado del ambiente, es un llamado para todos, yo también puedo aportar.
*Este es un producto periodístico de la Gran Alianza contra la Deforestación. Una iniciativa de Semana, el MADS y el Gobierno de Noruega que promueve el interés y seguimiento de la opinión pública nacional y local sobre la problemática de la deforestación y las acciones para controlarla y disminuirla.