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Sumapaz, está de moda


Sumapaz era hasta hace poco una imagen, más bien abstracta, de un lugar mágico de indudable belleza y valor ecológico, pero a la vez un territorio vedado a causa del conflicto armado. Hoy está no solo en la mente, sino en los planes de colombianos y extranjeros que desean ir a este paraíso catalogado como el páramo más grande del mundo. ¿Cómo no querer visitar semejante destino que, además, está a tan solo un par de horas del centro de la capital?

Desde ProBogotá nos dimos a la tarea de convocar a diversas autoridades y entidades para que durante una visita de campo, tuviéramos la oportunidad de conocer, de primera mano, la localidad y, específicamente, la situación en torno al turismo. El aumento de las visitas a este territorio y la ausencia de reglamentación han prendido las alarmas. Según la alcaldesa local de Sumapaz, Francy Murcia, hoy llegan a la laguna Los Tunjos cerca de 1.500 personas cada fin de semana, quienes disfrutan del páramo irresponsablemente, afectando gravemente el frágil equilibrio de este ecosistema, sin dejar beneficios económicos a sus habitantes.

Actualmente, la CAR y la Unidad de Parques Nacionales, autoridades con competencia directa en el tema, mantienen la prohibición de la actividad turística en la zona, y la semana pasada el Gobierno Nacional formalizó la delimitación del área del páramo contribuyendo con esto a resolver los conflictos por el uso y la conservación de la tierra, y por esa vía mejorar las posibilidades de garantizar su sostenibilidad. Pero más allá de estas plausibles medidas, se requiere comprender que no es posible, ni deseable, pensar en cerrar indefinidamente el territorio y prohibir el turismo, creyendo que por esa vía se pueda salvaguardar ese tesoro.

Es necesario que, con sentido de urgencia, se empiece a trabajar en un Plan Maestro Integral de Turismo para Sumapaz que, formulado de la mano de la comunidad, con las autoridades nacionales, con la Alcaldía Mayor y demás actores relevantes, determine oportunidades y riesgos de una actividad económica formal alrededor del ecoturismo en la zona.

Hay ejemplos que nos muestran que es posible hacerlo bien. Destaco el caso de Caño Cristales, en La Macarena, donde se realizó un estudio técnico de capacidad de carga, determinando cuántas personas diarias podía recibir el ecosistema sin sufrir afectaciones y partiendo de allí se elaboró un plan para habilitar el turismo y otros atractivos en la zona. Según cifras del Ministerio de Comercio, como resultado de este esfuerzo, en los últimos 3 años el número de visitantes a la Macarena creció en 51,4 por ciento, y en el 2016 se registraron 14.325 visitas, lo que ha contribuido a impulsar la economía de la región alrededor de esta actividad.

El turismo en zonas protegidas es posible si se planea y ejecuta adecuadamente, de manera controlada, teniendo en cuenta a sus habitantes, respetando el entorno, garantizando una experiencia agradable para los visitantes y que, además, sea capaz de generar ingresos para la comunidad de la zona. ¿Por qué no apostarle a que esto también sea una realidad en Sumapaz? Decirle no al turismo, no es opción. Está llegando y crecerá con el tiempo; la pregunta es ¿queremos que sea de calidad, organizado, que deje algo a la comunidad sin destruir el páramo? O un turismo ‘espontáneo’, sin orden, que cause estragos y donde los beneficiados no sean las comunidades de Sumapaz, sino los ‘vivos’ que lo promueven y se lucran de ello. Yo me inclino por el primero, y a eso debemos apuntarle.



En los medios
Decirle no al turismo, no es opción. Este es posible en las zonas protegidas si se planea y ejecuta adecuadamente. Por: Luis Guillermo Plata Páez