La imagen de un campero parqueado en medio del páramo de Sumapaz que fue denunciada por la Corporación Autónoma Regional (CAR) de Cundinamarca esta semana –y que habría afectado algunos frailejones– despertó, de nuevo, el debate sobre el impacto de las actividades turísticas en la zona.
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Nada más a la laguna de El Tunjo, ubicada entre las localidades de Usme y Sumapaz, en Bogotá, comenzaron a llegar entre 700 y 1.500 visitantes en una temporada de vacaciones, según explicó la alcaldesa local, Francy Liliana Murcia.
“Sumapaz no tiene una vocación turística, no hay equipamientos (por ejemplo, baños) para recibirlos. Entonces, si la gente tiene necesidades termina haciéndolas en medio del páramo, que es una zona protegida”, recordó la funcionaria.
A este ecosistema, considerado el más grande del mundo, años atrás no lo visitaba cualquier persona. La presencia de frentes de la hoy exguerrilla de las Farc, la concentración de minas antipersona, los enfrentamientos con el Ejército, entre otras situaciones del conflicto armado, mantuvieron casi que tácitamente a los turistas fuera de este complejo.
Hoy, la comunidad que por décadas lo ha habitado, y se ha encargado de cuidarlo, ha tenido que hacerles frente a los visitantes, que llegan y comienzan a recorrer caminos que desconocen, pues hasta la fecha, y según Carlos Arturo Lora, jefe del Parque Nacional Natural de Sumapaz, no hay ninguna empresa operadora autorizada para hacer recorridos. “Tampoco para que vengan con carros a hacer carreras, ni rutas en bicicletas de montaña. No hay infraestructura, ni senderos”, recordó.
El rechazo
Edwin Sosa es el presidente de la junta de acción comunal del corregimiento de La Unión, ubicado a más de cuatro horas del centro de Bogotá.
Él y otros sumapaceños han tenido que salir en más de cinco ocasiones a la laguna de El Tunjo (a más de 40 kilómetros de distancia), para vigilar que quienes viajan de la capital no afecten el sitio. “Fue terrible ver cómo llegaban y pisaban el musgo, que es tan delicado; arrancaban las hojas de los frailejones para llevárselas de recuerdo, o los tumbaban. Dejaron la basura que se trajeron”, recordó.
Por esa razón, aseguró que no comparte, así como muchos de los habitantes de Sumapaz, la idea de esta actividad. “Lo del llamado ecoturismo habría que estudiarlo muy detalladamente, por el impacto que se puede generar”. Agregó que la localidad tiene un rezago en infraestructura y una deuda histórica que debería resolverse primero.
La misma posición es compartida por Alfredo Díaz Benítez, profesor de la localidad y líder comunitario. “Nosotros hemos hecho movilización social, incluso en las vías, y nos hemos parado porque aquí lo que debe haber es una economía campesina, y no negocios de turismo que impactan negativamente el ecosistema”, sentenció.
Díaz Benítez se refiere a las marchas realizadas por los campesinos de Sumapaz en junio del año pasado, cuando bloquearon la troncal Bolivariana, que es la vía que atraviesa el páramo, en rechazo no solo a las visitas de los turistas, sino a las propuestas de ecoturismo.
Los planes
Néstor Franco, director de la CAR de Cundinamarca, una de las entidades ambientales que operan en Sumapaz, señaló que una de las dificultades que se ha tenido es la multiplicidad de instituciones que tienen jurisdicción en el páramo. “Como cada una tiene voluntades y proyectos diferentes, nos hemos reunido en la mesa Sumando Acciones por la Paz-Sumapaz, para direccionar nuestra actuación”, explicó.
Esto porque el parque nacional limita con Cundinamarca, Meta, Huila y Bogotá, y porque además tienen que ver entidades del orden nacional allí. “La segunda es el área tan grande que abarca este territorio, y que tiene cuatro entradas por carretera. Como la vía es pública, no podemos hacer retenes y filtrar el ingreso al parque”, aseguró.
Por su parte, Carlos Lora, director del parque nacional, indicó que lo que se ha hecho es identificar la problemática, mirar qué impacto puede traer a la zona –ambiental, cultural, físico y social–. “Hemos hecho control y acompañamiento, por ejemplo, a grupos que van con interés de estudio o científico. Sin embargo, debemos mirar muy bien con todas las entidades el tema del turismo, definir responsabilidades y, sobre todo, incluir a la comunidad en las discusiones”, explicó.
La alcaldesa de la localidad, Francy Liliana Murcia, hizo un llamado a quienes pagan por ir al páramo para que verifiquen la veracidad de los operadores, dado que no hay ninguno que cuente con permiso para esta actividad. “Muchas veces se van a hacer caminatas por zonas que desconocen y una de las cicatrices que dejó el conflicto armado en Sumapaz es que quedaron enterradas minas antipersonas en el territorio, muchas de las cuales se desconoce en dónde están. Hasta el año pasado comenzó el plan de desminado”, señaló la funcionaria.
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Encrucijada económica
Además del turismo, hay otro choque que vive la comunidad y es la frontera agrícola, es decir las zonas en las que se puede o no cultivar.
El líder social Alfredo Díaz Benítez señaló que esta es una contradicción. “Nosotros hemos vivido aquí por cerca de 120 años, y hemos intercalado nuestra labor de conservación del páramo con la agricultura que ha sido nuestro sustento. Ahora resulta que vienen a enseñarnos cómo debemos cuidar el páramo, estigmatizando al campesinado”, precisó.
La alcaldesa de esa localidad señaló que esta es una de las discusiones más frecuentes de la comunidad, pues su sustento ha dependido de la agricultura y la ganadería, aunque estas actividades tengan un impacto en el ecosistema.
Ahora, la Secretaría de Desarrollo Económico implementa un plan de reconversión productiva para incentivar la creación de huertas caseras y la siembra de otros alimentos.
Con este proyecto se han atendido 350 personas de la localidad, a quienes se les asesora para sembrar arándanos, lechuga baby y otros productos que generan menor impacto al ambiente y son comprados por grandes cadenas de restaurantes de la capital del país.
Hoja de vida del territorio
La localidad de Sumapaz es la número 20 de Bogotá. Fue creada mediante el Acuerdo 9 de 1986 y es totalmente rural. Su extensión se calcula en 78.000 hectáreas, y una parte de este territorio está incluido dentro del Parque Nacional Natural del Sumapaz, que es un área protegida.
El parque está conformado por bosque andino y por el ecosistema de páramo, y se caracteriza por su riqueza ecológica. Su extensión se calcula en 142.112 hectáreas. Limita con Cundinamarca, Meta, Huila y Bogotá.
A su vez, el parque se incluye dentro del complejo de Cruz Verde-Sumapaz, cuyo territorio abarca 333.420 hectáreas.